Archie Williams

Casi 40 años después, Archie Williams vuelve a estar delante de jueces.

Traje barato. Mirada asustada.

La última vez, le cayeron 36 años por un crimen que no cometió.

Esta vez será diferente.
Sin dudarlo, se pone a cantar.
“Don’t let the Sun go down on me”
Esto pasaba ayer por la noche, pero es una historia que empieza en 1982.

Es una historia de injusticia y mentiras, pero también una historia de resistencia personal y determinación.

Como todas las buenas historias, hay que explicarlas desde el principio... 
Mediodía del 9 de Diciembre de 1982

En Baton Rouge, capital del Estado de Louisiana.
Sur profundo de EEUU.

Ella está sola en casa. Tiene 31 años.

Suena el timbre de la puerta.

Ella va a abrir.
Se encuentra con un chico negro. Poco habitual en ese barrio de ricos.

Antes de que pueda reaccionar, el chico entra en su casa y la amenaza poniéndole un cuchillo en el cuello. 
El chico la fuerza a subir las escaleras, entrar en el dormitorio.
Allí la desnuda y la viola brutalmente 2 veces.
En ese momento llega a la casa una amiga de la víctima.
El chico apuñala a la víctima, en el abdomen y en el pecho, y huye. 
Saltan las alarmas en el departamento de policía de Baton Rouge.

Chico negro viola a mujer rica blanca. 
Llegados a este punto, tenéis que entender lo que era y todavía es el Sur profundo de los EEUU. Un lugar donde los negros tienen una esperanza de vida 7 años inferior a la de los blancos. Un lugar donde los derechos civiles son más teoría que praxis.
Pues bien, la víctima estuvo en la UCI varios días. El día 15 de Diciembre declaró ante la policía. Describió al violador con los pocos detalles que pudo recordar: Altura aproximada, cicatriz en el hombro, color de piel... 
La policía confeccionó un retrato robot, que comparó con sus ficheros de violadores y delincuentes. Nada de informática, nada de análisis de ADN... estamos en 1982 y esto es Louisiana, muchacho.
- “Que sí, que yo creo que ha sido el Archie”
- “Mételo en las fotos, a ver si lo reconoce”
- “Vale tío” 
La víctima convalece en el hospital. La rueda de reconocimiento es un fracaso.

-“Señora, fíjese bien carajo, que tampoco es tan difícil”
-“Lo siento oficial, no reconozco a mi asaltante en ninguna de esas fotos” 
La policía se impacienta.

-“Estoy seguro que ha sido el Archie”
-“Vuelve a meterlo en la ronda de identificación ostias, a ver si acabamos ya” 
Volvemos a la sala del hospital.

-“Señora, ¿reconoce a alguien?”
-“No oficial, ya se lo he dicho”
-“Joder. Mírelos bien, que no es tan difícil” 
El teatro se repite un par de veces, hasta que la víctima señala una de las fotografías. La de Archie.

La única que se ha repetido en todas las rondas de identificación.
Lo mismo sucede con la amiga de la víctima, que también vió al asaltante el día de la violación.
Varias rondas de identificación hasta que acaba señalando una foto...

La de Archie.

La única que se ha repetido en todas las rondas.

-“Sí, ese podría ser, aunque no lo tengo claro” 
Poco importa.
Archie es detenido e ingresa en prisión.
¿Pero quién era Archie?

Pues bien, un chaval negro de 22 años de Baton Rouge.
Con un historial delictivo pequeño, comparado con otros perlas de su misma edad, color y ciudad.
Un par de robos y un par de detenciones. 
El 18 de Abril va a juicio y es condenado a cadena perpetua, a pesar de...
1. 4 testigos que afirman haberlo visto durmiendo en su casa a esa misma hora
2. No corresponder a la altura del retrato robot
3. Tener la cicatriz en el antebrazo y no el hombro 
4. Su líquido seminal no corresponder con el hallado en la escena de la violación
5. Y lo más importante, sus huellas dactilares no corresponder con las encontradas en el dormitorio donde se perpetró la violación 
Vamos, un caso de libro de “cuélgale el marrón a este negro y acabemos de una puta vez con el asunto, joder”.

Estamos en 1982 y esto es Louisiana, muchacho. 
Archie Williams es enviado a la penitenciaría más peligrosa de EEUU, conocida como Angola. Un depósito para convictos negros peligrosos. Impera la ley de la selva. La ley del más fuerte.

Pero Archie tira adelante. Saber que es inocente le dá fuerzas.
La vida en prisión es un contínuo.

Días que son semanas, semanas que se convierten en meses, meses que pasan a ser años... pero él insiste.

Es inocente.
En 1996 pide que se analicen los restos de ADN.
El juez lo deniega. 
En 1999 piden que aquellas huellas dactilares que se habían encontrado en el lugar del crimen, y que no eran de Archie ni de la víctima, se pasen por el filtro de la base de datos del FBI. El juez vuelve a denegarlo. 
En 2007 finalmente consiguen hacer los análisis de ADN.

Los resultados no son concluyentes. Archie tendrá que esperar. 
Mientras tanto Archie ocupa sus días con dos actividades:

Entrenando al equipo de boxeo de la prisión, y cantando himnos religiosos con otro grupo de presos.

Su familia le sirve también de apoyo, especialmente su tía, que lo sabe inocente.
Por cierto, lo de cantar se le dá bien. Esa nariz rota por el boxeo, junto con ese dolor profundo de las personas de color del sur americano, le dán a su voz un tono especial... quedáos con eso.

No os vayáis, que la historia sigue... 
En 2014 sucede algo que será relvante en la historia:
El FBI introduce NGI- Next Generation Identification, su nueva tecnología de reconocimiento de huellas dactilares. Mucho más precisa y potente.
En Marzo de 2019 un nuevo juez de distrito decide limpiar su mesa de casos y apelaciones pendientes.

Esto ya no es 1982, y “me suda la polla que sea Louisiana, carajo”, le grita el nuevo juez a un policía que le pone pegas. 
El 14 de Marzo, las huellas de la violación pasan por los algoritmos del NGI del FBI.

En cuestión de segundos dan un nombre...

Stephen Forbes. 
¿Quién es, o mejor dicho era, Stephen Forbes?

Pues otro muchacho negro de Baton Rouge. Un muchacho con problemas psiquiátricos.

Un muchacho que fue detenido en 198, cometiendo una violación a menos de 2 km de la violación que supuestamente cometió Archie.
En los interrogatorios, Forbes confesó haber cometido 4 violaciones más, 2 en 1985 y 2 en 1986. Se le juzgó y condenó...

... pero nunca nadie le preguntó por la violación de 1983, por la que le colgaron el marrón a Archie.

Nadie. 
El 21 de Marzo, 7 días después de pasar las huellas por el NGI, y 36 años después de ser condenado, Archie es exonerado de todos sus cargos.

36 años de su vida.
Perdidos.
Robados.
Pero Archie ha ganado. 
A partir de ese día las cosas se suceden muy rápido. Su caso aparece en todos los medios. Su historia resuena en todo EEUU.

The Innocence Project, la asociación de derechos civiles que llevó su caso, pone toda la artillería en demandar civilmente al Estado de Louisiana.
Pero la voz de Archie no se apaga.

Asi llegamos a la noche de ayer.

Como cada Sábado, millones de televidentes americanos se sientan frente a sus televisores. 
Llevamos semanas de ansiedad y tristeza por el coronavirus.

La enfermedad se lleva a miles de personas por delante.

América necesita buenas noticias. Historias de superación y lucha contra la adversidad.
Comienza America’s Got Talent, el Operación triunfo americano.

Con una diferencia: Este sí lo mira la gente. Millones.

De aquí han salido estrellas. 
La audiencia contiene el aliento.

Un chaval negro entra en escena. Traje barato, la mirada asustada.

Un chaval de 59 años, pero que por dentro sigue teniendo 22. 
Los jueces le preguntan, ¿qué vas a hacer hoy Archie?

-“Voy a cantar”, responde. 
Sucede esto...

Esta es la historia de un muchacho de 22 años llamado Archie Williams.

Una historia de resistencia y determinación.

Como dice la canción de Elton John, “Don’t let the Sun go down on me”. 
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Como siempre, gracias por leerme. 
Bibliografía:

Registro Nacional de. Exoneraciones: law.umich.edu/special/exoner…