Robert Johnson, pacto con el Diablo

Otoño de 1930
Sur profundo de EEUU

Noche cerrada.
Un muchacho negro llega a un cruce de caminos polvoriento. Camina arrastrando los pies.
Le espera una figura imponente, que le mira desde lo alto.
El muchacho le enseña su vieja guitarra.

Acaba de hacer un pacto con el Diablo.
Esta es una historia auténtica, pero que tiene tintes de leyenda.
Es una historia de sensaciones, que necesita ser acompañada de la música correcta.
Como por ejemplo, "Crossroad Blues" de Robert Johnson.
Dejad que esas notas os acompañen mientras leéis.


Parte I: House of Blues

Volvemos a 1930.

Un garito de mala muerte al que sólo van trabajadores de las plantaciones después de romperse la espalda recogiendo algodón.
No esperéis ver a cursis señoritos blanquitos, no.

Esto es un tugurio por y para negros. Alcohol barato, moral relajada y una música nueva
Esto es el Sur.

Hace calor y el predicador duerme hace horas.
Aquí suena una música nueva. Nada de canciones de plantación, chico.
Nada de Gospel y espirituales, chaval.

Dios no mira dentro de este garito.

Una música nueva.
Esa música es el Blues, y en ese garito su Máximo Pontífice es Son House.

Una momia reseca por el Sol, con surcos en la cara donde cabe un billete de dólar.
Toca la guitarra como nadie la ha tocado antes.
Y canta, ronco y profundo como el propio Sur.
Una de esas noches, en que Son House está castigando las cuerdas de su guitarra, un muchacho joven entra por la puerta.

Ese muchacho lleva una harmónica en el bolsillo y una vieja guitarra colgada del hombro.

Se sienta al final, a esperar. 
Cuando Son acaba de tocar y los borrachos se van arrastrando los piés, el muchacho se levanta y se le acerca.

- "Yo también sé tocar la guitarra", le dice con voz suave. 
Son escupe al suelo, y se lo mira de arriba abajo.
El muchacho tiene la mirada asustada. No debe tener más de 20 años, pero se nota que la vida le ha pasado por encima y le ha soltado ya un par de cornadas profundas.
Son se sirve un whisky, se sienta en un taburete, y le hace una señal al muchacho.

Este comienza a tocar. Buen tono con la harmónica, pero Son no aguanta ni dos acordes de su guitarra.

Los larguísimos dedos del muchacho son torpes, y su técnica horrorosa.

Insoportable. 
Sin decir nada, Son se levanta, sale por la puerta y se marcha sin decir adiós.

El muchacho querría llorar el fracaso, pero en lugar de eso, enciende otro cigarrillo y se pierde en la noche.

Parte II: Delta Blues

La vida de los músicos de blues en los 30 era la de personas errantes, que iban de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, regateando propinas y sisando whisky.
Nada que ver con los lujos de la música actual, no.

Pobreza y miseria de una vida errante sin rumbo determinado.
La guitarra como una única propiedad.
Es sin embargo la época en que se gesta la música moderna, tal y como la conocemos hoy en día.

El rock'n'roll de los 60 se gestó a partir del blues de los 30, de esos pioneros sin formación musical, que se inventaron nuevas notas y acordes. 
¿Cómo llegó esa música de garito de los 30 a la década de los 60?
Gracias a que etnógrafos se dedicaron a grabar y compilar las canciones del viejo Sur.
Viejas grabaciones de viejísimas canciones, con mal sonido y peor calidad, pero que conservaban esa magia de las noches del Sur americano. 
Uno de esos discos llegó a manos de gente como Eric Clapton o el lisérgico Keith Richards, de los Rolling Stones... que en sus comienzos eran unos fanáticos del Blues.
Pues bien, uno de esos discos tenía algo especial.
Canciones con una voz diferente. Letras con referencias al Diablo y a los cruces de caminos.
Y una forma nueva de tocar la guitarra.
Keith Richards se preguntaba:
-"¿Cómo se lo hace para que suene como 2 guitarras a la vez?"
¿El cantante de esas canciones?

Un desconocido Robert Johnson. 

Parte III: The crossroads

Son House había oído hablar de un muchacho que tocaba la guitarra como Dios. Se había corrido la voz por todo el Delta. Se decía que incluso unos blanquitos muy estirados, de esos que han ido a la Universidad, le habían grabado un par de veces. 
Era difícil seguirle la pista. Un día estaba aquí, y al otro allá.
Imposible seguirle la pista.
En cada lugar dejaba deudas de whisky, y maridos cornudos.
Y no miraba atrás, como si escapase de algo. 
Pero Son House dió con él.
Aquella noche tocaba en un garito conocido.
Son decidió ir, y escucharle tocar por primera vez. 
El garito estaba oscuro.
Varias parejas se magreaban en un rincón.
Un borracho había vomitado sobre la barra.
El resto esperaba en silencio. 
De repente un muchacho salió a escena.
Mirada asustada y dedos larguísimos.
Cigarrillo en boca y guitarra decrépita.

Robert Johnson.
Son House no podía creer lo que estaba escuchando y viendo.

El mismo muchacho que él había despreciado hacía 1 año se había convertido en un virtuoso, en algo nuevo.

Su música sonaba diferente. Su voz era única. Su ritmo y compás, lo nunca escuchado. 
Son preguntó al dueño del bar:
-"¿Ese quién es?"

El del bar le dijo:
- "Todo el mundo lo sabe. Ese es Robert Johnson. Fue a buscar al Diablo a un cruce de caminos. Le dió su guitarra para que se la afinara y le enseñara a tocar. A cambio, un día de estos le vendrá a buscar"
Robert Johnson murió pocos años después.

Unos dicen que un marido celoso le envenenó el whisky con estrictina.

Otros, que lo vieron marcharse con un tipo muy grande.
---- FIN ----

Hasta aquí el hilo de hoy, sobre uno de los personajes más míticos de la historia del Blues y la música del s XX.

Si quieren profundizar sobre el personaje, el artículo de la wikipedia está muy bien:

Si les ha gustado, les animo a darle un LIKE o a hacer RT para compartirlo con sus amistades.

A veces escribo hilos como este. Si se hacen Follower, los verán todos.

Gracias por leerme.