El caso Ida Beaussart

1989

El año que cae el muro de Berlín.

O que el ejército chino aplasta las protestas de Tian’anmén.

1989

Un año extraño.

El mismo año en que una chica angelical de 17 años, Ida Beaussart, le vuela la cabeza a su padre, un neonazi, mientras duerme.
Cuando la Policía llega a su casa, Ida confiesa el crimen: “Je viens de tuer mon pere”.

Su madre y sus hermanas lloran desconsoladas, entre retratos de Adolf Hitler y cruces gamadas.

Los gendarmes la detienen.
Ida ingresa en prisión.

Los forenses levantan el cadáver.

Esa noche los vecinos descorchan botellas de champán. 
Esta es la historia del Caso Ida Beaussart.

Un drama familiar que sucedió en el Norte de Francia a finales de los 80.

Una historia trágica como pocas, pero a la vez, una historia en que nada es lo que parece.
Pero ya saben que las buenas historias hay que explicarlas desde el principio.

¿Me acompañan? 

Parte I: Una noche de Julio de 1989

Estamos en el pueblo francés de Salomé. 3000 habitantes, cercano a la frontera con Bélgica.

Un pueblo como cualquier otro. Aburrido hasta rabiar, excepto por una cosa...
Allí vive Jean Claude Beaussart, un gigante de casi 2 metros y 130 kilos de peso.

Sin trabajo conocido. Casado con Jacqueline. Con 5 hijas.

Un neonazi. No un facha, no.
Un puto neonazi.
¿Os suena el Frente Nacional de Jean Marie Le Pen?

Para Jean Claude esos eran unos maricomplejines, que se la cogían con papel de fumar.

Lo suyo era Hitler y el Mein Kampf; insultar a los inmigrantes y de vez en cuando, darles bien duro. 
Como aquella vez en el 84 en que casi le condenan por asesinato de un activista árabe.

Por suerte para él, se libró.

Ni Frente Nacional, ni Le Pen, ni hostias. 
El era el responsable regional del Partido Nacionalista Francés Europeo (PNFE).

Morralla nazi de brazo en alto, botas militares, y “Dios, Patria y Raza Blanca”.
Jean Claude hubiera deseado tener hijos. Soldados. Herederos de su sangre aria.

“Me cago en la puta”, maldecía en voz alta.

5 hijas.

“5 loros que no sirven para nada”

Aún y así, se esforzó en educarlas como soldados... 
Les enseñó a usar armas (sí, tenía unas cuantas por casa).
A saludar la foto de Adolf Hitler, brazo en alto.
A memorizar el Mein Kampf.
A cada una la llamaba con el nombre de un campo de concentración.
Ida era Dachau, aunque también la llamaba “la mongólica", amor de padre. 
Jean Claude las vigilaba bien de cerca, para que no se mezclaran con moros ni gays.
Si se despistaban, las bajaba al sótano y una paliza las volvía a centrar.
Lo mismo con sus amigos: Al que se acercaba demasiado. Un par de hostias. 
Ida tenía un problema cardíaco, la muy deficiente.
De vez en cuando le quitaba la medicación, a ver si se moría de una puta vez.
En una ocasión casi la tira al río, a ver si había suerte y se ahogaba.
Tenía a su familia aterrorizada.
Tenía al pueblo acojonado.
Pero nadie hacía nada.
Hace años Ida puso una denuncia a los Servicios Sociales, pero tampoco pasó nada.

Hasta que llegó Julio del 1989... 
Un calor de la polla.

La hija mayor, Christine, decidió largarse.

-“Será puta”, pensó Jean Claude, que ya se la imaginaba chupándosela a un negro o a un moro.
Jean Claude agarró a la mongólica del cuello y le gritó:
-“Ida, díme dónde está Christine!!!”
-“Que no!”
Hostia fina va.
-“Que me digas dónde está, que tú lo sabes!!!”
-“Que no te lo digo”
Hostia otra vez.

… y así varios días. 
Ida sabía que su hermana se había largado para no volver.
Sabía dónde estaba.
Pero estaba decidida a guardar silencio. A aguantar los interrogatorios. 
Hasta que su padre la llevó al sótano.
Lo que hasta entonces era sólo un cuarto oscuro, se había convertido en una sala de torturas.
Indescriptible. Espantoso. 
El brillo en los ojos de su padre denotaba algo.

-“Ya sé donde está. La he encontrado. Mañana la iré a buscar y la traeré aquí… y no saldrá viva. Será culpa tuya”

Jean Claude se dio media vuelta, se pilló una cerveza y se fue a dormir. 
Estamos en la noche del 18 de Julio.
Atención ahora.
Ida tiene 17 años. No es mayor de edad. Pero toma una decisión de adulto.
Irreversible. Final. 
Va al armarito de la cocina donde su padre guarda su joya de la Corona.
Una pistola Luger auténtica. Como la de los putos nazis.
Va de puntillas al dormitorio de su padre.
-“Cómo ronca el muy cabrón”
Le acerca el cañón de la pistola a la nuca y…

Boom.

Los sesos de Jean Claude Beaussart se esparcen por la habitación.

Gritos y llantos.  
Parte II: El juicio

El juicio se inicia 3 años después, en Mayo del 92.
Ida Beaussart no puede pagarse un buen abogado, pero tiene suerte con la de oficio.
Es el primer caso para Blandine Lejeune.
Se lo toma muy en serio.
Se lo trabaja. Investiga. Se documenta.
Pero sobre todo, entiende el drama familiar de Ida.
Los años de abusos.
La negligencia de la Administración, que miraba a otro lado.
El silencio del pueblo, que se tocaba los huevos a dos manos mientras las hermanas Beaussart sufrían.
El fiscal pedía de 2 a 3 años de cárcel.
Blandine la absolución para Ida.
¿El motivo?
Jean Claude Beaussart había forzado a Ida a escoger entre 2 muertes: La suya o la de su hermana Christine.
El hecho de ser todavía menor era un atenuante.
El Tribunal de Menores se toma tán sólo 45 minutos para emitir sentencia.
ABSUELTA.
Ida no se lo puede creer. Vuelve a ser libre.
Blandine Lejeune sonríe satisfecha. Su primera victoria.
Sorprendentemente, la familia de Ida guarda silencio.
No hay enfado ni alegría.
Nadie abraza a Ida, ni su madre Jacqueline, ni su hermana Christine, la que se había fugado.
Algo no encaja.

Pero para saber qué, tendrás que seguir leyendo... 

Parte III: Llora en silencio

Esta no es una historia con final feliz.
Podrías pensar que, tras ser absuelta, Ida y su familia recobrarían sus vidas.
Pero no.

Su madre vuelve a emparejarse.
¿Con quién?
Con otro neonazi, amigo de Jean Claude, que la pega día sí, día también.
¿Su hermana Christine?

Vuelve a casa y se convierte en la reencarnación de su padre: Neonazi perdida.
Para sorpresa de todos, no puede ni ver a su hermana Ida, la que la defendió.
De hecho, la denuncia a Asuntos Sociales y hace que pierda la custodia de su hija.
Y Ida se harta.
Estamos en 2008. Han pasado 20 años.
Se decide a explicar su historia en una película.
Colabora en la elaboración del guión del director de cine J.G. Biggs.
La película se llama “Pleure en silence”.
Narra los 8 días anteriores al asesinato de su padre.
Ida decide hacer la première de la película en su pueblo, en Salomé.
La familia se opone al estreno.
Parece que Christine quería pasta.
-“Que esto es una peli de bajo presupuesto”
-“Je m’en fous”
Y sucede lo imprevisto.

Recordad que han pasado 20 años. 7300 días.

Los hechos están prescritos.

Atención ahora... 
Su madre habla con la prensa.

Y explica algo que nadie se espera.

Una nueva versión de los hechos.

Una historia sobre un pacto.

Un pacto de silencio. 
“Hace 20 años hicimos un pacto.

Un pacto de silencio.

Yo maté a mi marido.

Acordamos que sería Ida la que se inculparía, ya que al ser menor, tendría una sentencia más leve”. 

EPILOGO…

¿Quién mató a Jean Claude Beaussart?

Imposible saberlo.

Ida sigue manteniendo que fue ella.

Su madre, que no. 
--- FIN del HILO de HOY ---

Espero les haya gustado.

Si es así, les pediría que le dieran un Like o un RT...

Ya saben que a veces publico Hilos como este, casi siempre los Viernes. Si se hacen Follower, no se perderán ni uno.

Les recuerdo que los tienen todos recopilados en:

Gracias por leerme. 
Ah me olvidaba, si dominan el francés, aquí pueden ver un extenso documental sobre el caso… con entrevistas a los protagonistas de esta dramática historia:

… que también narraba magistralmente y con voz de tenor, el Sr @hondelatte …

Ahora sí, gracias por leerme.