Estoril, 1956

 Hoy hace 67 años, mi bisabuelo recibió una llamada:

“Jack, por favor, ven rápido. Tengo un problema”

Mi bisabuelo se subió a su Hispano Suiza y atravesó volando las calles de Estoril, hasta la casa que conocía tan bien.

Lo que sucedió aquel día, cambió la historia...
Cuando llegó, mi bisabuelo Jack subió los escalones de dos en dos, hasta la buhardilla.

La escena era dantesca.

En el suelo, el pequeño Alfonso, con la cabeza abierta y la sangre saliendo a borbotones.

Su padre y mejor amigo, Juán, agarrando del cuello a su otro hijo, mientras le gritaba:

“Júrame que no lo has hecho a propósito!”

En el suelo, una pistola. 
Como ya te imaginas, lo que vió mi bisabuelo es algo que explican los libros de historia:

Estamos en Marzo de 1956.

La familia real española está en el exilio, en la ciudad portuguesa de Estoril.

Viviendo en aquella famosa casa/ palacio: Villa Giralda.
El heredero de la Corona española, Don Juán de Borbón, acaba de perder a su hijo menor, el Infante Alfonso.

Tal y como lo explicará la prensa, a su otro hijo, Don Juan Carlos, se le ha disparado una pistola, y le ha volado la cabeza a su hermano… accidentalmente.
Pero llegados a este punto, os debéis preguntar:

¿Qué pintaba tu bisabuelo Jack en toda esta historia?

La explicación es muy sencilla... 
Mi bisabuelo era lo que los británicos llaman un Fixer. Una persona que arregla problemas. Como bien describió Quentin Tarantino en su película Pulp Fiction, un fixer es una especie de Señor Lobo. Un experto en solucionar crisis.
Pero con una salvedad, la familia Wills lleva haciendo esto durante 5 siglos.

Para un cierto tipo de cliente, muy poco corriente.

Mi bisabuelo se llamaba Jack Wills. 
Volvemos a la buhardilla.

Jack Wills se hizo rápidamente cargo de la situación.

De un empujón consiguió separar a su amigo Juán y a su hijo, que corría riesgo de ser estrangulado.
Juan Carlos no paraba de sollozar.

Juán de Borbón estaba inflamado. Sus ojos, inyectados en sangre.

“Júrame que no lo has hecho a propósito!”, no paraba de insistir.

Pero su hijo mayor no respondía. 
Jack ordenó a una de las criadas que trajera una sábana, para cubrir el cadáver de Alfonso.

La criada sólo fue capaz de encontrar una vieja bandera de España, raída y descolorida, que a veces usaban para hacer picnics en el jardín. 
Jack cubrió el cadáver del pequeño Alfonso, y dejó que el silencio llenara el espacio… 

Capítulo I: “Que muera el Rey!”

Estamos en 1931.

Se acaba de proclamar la II República española.
Los españoles están hartos de su rey, Alfonso XIII, y de su “borboneo”… esa típica forma de inmiscuirse en política, influyendo y mandando, pero eludiendo toda responsabilidad. También están hartos de sus mangoneos y trapicheos.
Alfonso XIII marcha al exilio.

Pero no a un exilio cualquiera, no. Un exilio dorado en Roma, París, Lausana… financiado por años de saqueo de las arcas públicas y de transferencias a cuentas en Suiza (¿os suena?).
Marcha al exilio con su mujer, la británica Victoria Eugenia, de la que se separa poco después. Le acompañan sus 6 hijos. 3 chicos y 3 chicas.
Quedáos con el nombre de los varones, que será un detalle importante…
Alfonso, el primogénito y teórico heredero al trono, pero hemofílico, por tanto incapacitado.

Jaime, el 2º en el orden de sucesión, pero sordo desde los 4 años, por tanto incapacitado.

Y Juán, que cuenta por entonces 18 años.

Capítulo II: “Levad anclas!”

El 3er hijo de Alfonso XIII, Juán de Borbón, de 18 años, estaba en plena formación militar, en la Escuela Naval. El exilio la interrumpe.
Por intermediación de su madre, la reina Victoria Eugenia, de origen británico, Juán pasa a la escuela de oficiales de la Royal Navy.

Don Juán descubre un mundo que le apasiona. El mar.
Un mar que le aleja de las intrigas de palacio, y de las contínuas conspiraciones de su hermano Jaime (el sordo) por ser nombrado sucesor del rey. 
Don Juán navega por medio mundo.
Se bebe todo lo que se puede beber.
Se pelea con todo aquel que se deje pelear.
Y se encama con toda señorita que se deje encamar. 
Pero no lo hace sólo. Le acompaña un personaje extraño. Mezcla de amigo de alma y guardaespaldas, de consejero y compinche en mil juergas. Su fixer. Mi bisabuelo, Jack. 
Como os imagináis, nada es casual. Mi abuelo Jack, también de 18 años, sabe bien cuál es su misión. Cuidar y proteger, parar algún golpe, y de ser necesario, darlo también. Por encargo de … bueno, ya lo sabéis. 
Pero rápidamente conecta con Juán. Se hacen buenos amigos. Las muchas horas en alta mar, con poco viento y mucho ron, dan para muchas confidencias. 
Juán le habla del problema de la sucesión. Del problema que se vé venir cuando su padre, el rey Alfonso XIII, deba designar un sucesor. Juán sabe que su hermano mayor queda excluido, por su grave enfermedad, esa hemofilia típica de la aristocracia británica.
El problema es su otro hermano, el 2º en la línea sucesoria, el Infante Don Jaime. Sordo desde los 4 años, y en teoría incapacitado para el cargo, pero extremadamente ambicioso, y por tanto, peligroso.
Juán sabe que será designado sucesor por su padre, pero también sabe que nada será fácil, que tendrá que andarse con ojo con su hermano Jaime.

Jack se ofrece a ayudarle. A fin de cuentas. el cargo de fixer es vitalicio. 
Días después, Jack y Juán hacen escala en un oscuro puerto del Indico y se tatúan ambos brazos, en recuerdo de su amistad inquebrantable. Un dragón al estilo indio en el brazo derecho, y otro de estilo chino, en el izquierdo.
Tatuajes que ambos lucirán con orgullo.

Capítulo III: Un sucesor y un infante cabreado

Lausana, 21 de Junio de 1933.
Alfonso XIII quiere dejar la cuestión sucesoria resuelta. Ya ha conseguido que su primogénito Alfonso, muy enfermo y deseoso de vivir una vida alejada de palacio, renuncie a sus derechos dinásticos.
Le queda su segundo. El Infante Don Jaime, el sordo, el ambicioso, el peligroso. Pero Alfonso XIII se sale con la suya. Consigue que Jaime renuncie también. ¿Cómo?
Bueno, para eso están los fixers. Jack Wills sabe que Don Jaime está enamorada de una aristócrata francesa, la Señorita Dampierre, tan guapa como problemática. Pero ella no es de sangre real, y el matrimonio morganático impide acceder al trono.
Jack Wills, leal a su amigo Juán, informa debidamente al rey Alfonso XIII, y Jaime se queda con novia, pero sin corona.

Don Juán de Borbón, el amigo de mi bisabuelo, es designado heredero de la Corona.

Capítulo IV: ¿Qué sucedió en la buhardilla?

Volvemos a Estoril. Cuando Don Juán vió el cadáver de su hijo cubierto con la bandera, no pudo más. Se desplomó.

Jack hizo que las criadas se lo llevaran. Se quedó entonces a solas con Juan Carlos, el hijo mayor.
Jack, que se manejaba poco y mal en español, le espetó:

-“What the fuck happened?”

Su mirada se clavó en el adolescente Juan Carlos. Insistió…

-“¿Qué cojones ha pasado aquí, Juanito?” 

Capítulo V: Los hijos son los hijos

Tener hijos es muy jodido. Como alguien me dijo una vez, a veces salen bien, a veces salen mal.
Mi propio bisabuelo ya tuvo lo suyo.

Creo que ya os hablé de su hijo, Jonathan, mi abuelo. Un perla que le trajo tantas alegrías como sustos y noches en vela.

Pues Don Juán igual. Tuvo dos hijos varones: Juan Carlos y Alfonso.

Ambos muy diferentes.
Resulta difícil entender la relación de un padre y un hijo. El amor, las expectativas, las decepciones…

Quizás la mejor forma es mirar las fotos. Las antiguas, con dos hermanos sonrientes…
… y las posteriores, donde se aprecian cambios sutiles. Cambios profundos. Cambios irreversibles.
Resulta difícil entender la relación de un padre y un hijo. El amor, las expectativas… las decepciones.

Capítulo VI: El silencio.

Enterraron a Alfonso dos días después.

Sin autopsia ni análisis del cadáver.

La prensa publicó que la pistola se disparó accidentalmente, mientras ambos críos jugaban con ella.
Nadie cuestionó la versión oficial. No hubo rumores, ni voces discordantes.

Mi bisabuelo hizo bien su trabajo.
En los días siguientes, Don Juán se negaba a hablar con su hijo Juan Carlos.

Jack se hizo cargo de la situación.

Le encargó un uniforme de urgencia, y lo envió de inmediato a la Academia Militar de Zaragoza.
La distancia volvió a poner las cosas en su sitio.

Mi bisabuelo volvió a hacer bien su trabajo.
Nada se supo de la pistola, que desapareció.

Según la versión oficial, Don Juán la lanzó al mar.

Según la versión de verdad, la que no consta en los libros de historia, mi abuelo volvió a hacer bien su trabajo…

--- Fín --- 
Hasta aquí el hilo de hoy.

Espero te haya gustado.