La Conspiración

¿Qué pensarías si te dijera que en España hay una institución en la sombra, que lleva 500 años tejiendo los hilos del destino del país?

Una institución que, desde los Reyes Católicos hasta hoy, viene dando consejo a reyes y jefes de estado, influyendo en todas sus decisiones...
Seguro que debes estar pensando: “Buffff. El Señor de Barcelona se ha vuelto loco, se ha dejado llevar por las teorías de la conspiración”.

No te precipites.

Deja que te explique una historia.
La historia de la mayor conspiración de la Historia de España.
Pero recuerda, en toda conspiración hay siempre una mano que mece la cuna.
Que mueve los hilos.

Alguien en la sombra.
Que toma las decisiones. Sobretodo, las importantes.
Muchos se creen que ese es el papel de “las alcantarillas del Estado”.

Pues no, deja que te hable hoy de ese poder oculto, que lleva 500 años moviendo los hilos de la política española.

El Consejo de Estado.
Prólogo: Borracho

Creo que ya os he hablado antes de mi buen amigo Jack Wills.

Un periodista británico, pelirrojo y mofletudo, tan propenso a la ingesta alcohólica como a los líos de faldas, pero con un olfato prodigioso para el periodismo de investigación.
Tiene una técnica investigadora infalible, que consiste en dos sencillos pasos:

1)Encontrar siempre a la mejor fuente de información, desde empleados resentidos a mujeres despechadas, y…
2)Emborracharles sutilmente, con cualquier sustancia de media a alta graduación, y más de 100€ por botella.

Una técnica infalible.
Eso es precisamente lo que hizo con uno de los miembros del Servicio Jurídico del Consejo de Estado.

Una noche intensiva en Riberas, Pedro Ximénez y Single Malt de Macallan.

Infalible.

Esa fue la primera vez que oyó hablar de EL LIBRO VERDE.
Pero vamos a ver.

Llegados a este punto, le pregunté a Jack:

-“¿El Consejo de Estado? ¿No es eso un órgano consultivo del Gobierno, formado por viejas glorias de la política, más cerca de la tumba que de la cama?” ¿Y qué cojones es el LIBRO VERDE?” 
Mi amigo Jack sonrió.

Me sirvió un Gintónic de London Number 1, y con su divertido acento pijo de Londres, me dijo”

-“Mi queguido amigo. Te voy a contag una histoguia que no te creegás”.
Parte I: Al calor del amor en un Bar

Jack sabía que tenía buen material, que aquella información valía la pena.

Sólo tenía que trabajarla bien.

¿Un LIBRO VERDE?
¿Un libro secreto?
¿De una de las instituciones más antiguas de la política española? 
Jack sabía perfectamente lo que era el Consejo de Estado.

En apariencia un órgano consultivo, formado por momias políticas. Una especie de consejo de ancianos, con presencia nutrida de octogenarios y candidatos al ataúd.

Pero era mucho más... 
Lo de menos era el nombre...
Ya fuera el Consejo Supremo de la Corona de Castilla, de Isabel y Fernando...
O como Consejo Real de España e Indias, de siglos posteriores...
O el actual Consejo de Estado...

Su función era clara... 
Juntar a los máximos representantes del poder en España, y "que se consiga el efecto sin que se note el cuidado", es decir:

Mandar en la sombra.
Sin intermediarios.
Sin oposición.
Sin posibilidad de respuesta. 
Jack ya sabía todo eso.
También sabía que nunca nadie había conseguido adentrarse en la institución, desvelar su verdadera autoridad y poder.

Estaba determinado a ser el primero. 
Iba por buen camino.
Hasta esa noche.

Jack no había oído hablar nunca antes de un LIBRO VERDE. 
Llevaba dos horas de peregrinación por bares del Barrio de Salamanca de Madrid.

"Los españoles no saben beber", solía decir Jack de sus presas. Pero aquel abogaducho era un hueso duro de roer.

El tío no flaqueaba. 
Jack se lo miraba con un poco de admiración.
Se habían fulminado unas cuantas botellas de Ribera. Caras.
Unas rondas de Pedro Ximénez... o era Jorge Ordóñez?
Y iban ahora a por el Macallan.

Al abogado le brillaban los ojos casi tanto como el pelo engominado. 
Y al final cayó.

El abogado lo dejó ir.

-"Hay un LIBRO VERDE que explica todo lo que hacemos. Todo lo que hemos hecho desde el 1500"

-"¿Un libro verde?", preguntó Jack.

Inútil insistir.

El abogadito acababa de caer fulminado bajo la mesa del bar. 
Jack se levantó. Se atusó el traja de Saville Row, y le dejó la cuenta al abogado.

350€.

-"All yours, mate" 
Parte II: El invierno más frío

La Princesa Xipaguazin Moctezuma falleció el 10 de Enero de 1537.

Hija del Emperador Moctezuma II.

Heredera del Imperio azteca.

Fue enterrada en el castillo de Toloriu, en el Pirineo catalán.
¿Cómo llegó hasta allá?, os estaréis preguntando.

Pues bien, la historia es aparentemente sencilla.

Pero como todo en la Historia de España, nada es lo que parece. 
Si recordáis, Hernán Cortés conquistó el Imperio azteca, en el actual México, a principios del s XVI.

Hubo mucho de sablazos y sangre.

Pero también de diplomacia y política de alcoba.
Parte de esta política de alcoba consistió en trabar lazos de sangre entre la dinastía imperial azteca y la élite militar invasora.

A veces, de forma forzada, las menos, de forma espontánea.
Ese fue el caso de la Princesa Xipaguazin y su lugarteniente, el catalán Joan de Grau i Ribó.

Hoy en día lo llamaríamos un flechazo. En aquella época, "la intercesión divina, que ajuntó las almas de aquellos jóvenes para que faciesen la Palabra del Señor". 
Pero claro, una vez casada, la Princesa Xipaguazin era un estorbo menos.

Una bonita historia que contar a los aztecas y mexicas. En realidad, un miembro menos de la familia imperial del que preocuparse. Segunda o tercera en la línea dinástica, controlada ahora por Cortés. 
¿Lo mejor?

Sacarla de escena.

-"Joan!"
-"Dígame, Capitán Cortés!"
-" Tú y la Princesa Xipaguazin os volvéis a casa." 
Poca opción de discusión con Hernán Cortés.

Si te mandaba a casa, cuatro bahúles rápidos y al barco.

O aparecías flotando en un zenote sagrado.
Joan de Grau y Xipaguazin embarcaron a los pocos días.

Joan, entre feliz por volver a casa y descontento por dejar atrás sus aventuras militares.

Xipaguazin, ansiosa por conocer aquel país misterioso que había conquistado su Imperio en pocos años.
Pero claro, Xipaguazin esperaba recalar en la capital del reino, codearse con reyes y princesas.

No en vano, ella era familia imperial.

Pero su desencanto fue mayúsculo.

Su esposo, un héroe colonial, sólo era un simple Barón, de limitadas posesiones en el Pirineo.
Y Hernán Cortés se encargó de que la Princesa cayera en el olvido más profundo.

De cara afuera, la princesa azteca que se casó con un noble y vivía en la Corte.

¿La realidad?

Toloriu.

Un pequeño señorío del Pirineo profundo catalán.
Duros inviernos. Frío, viento y nieve.
Pero la princesa Xipaguazin no era una mujer cualquiera. No era una "dócil india que acristianar". No.

Era una digna heredera de las dinastías guerreras aztecas. Una mujer que no es que le gustara mandar, sino que mandaba. Y punto. 
Su comitiva personal era tan escasa como leal.
Miembros de la sociedad secreta de los "Txalclotles", o Hombres susurro (esto se merece otra historia, quizás otro día).
Hombres y mujeres que habían hecho juramento de lealtad a la familia imperial. 
Desde su llegada y confinamiento en Toloriu, puso rápidamente a trabajar a los Txalclotles en su retorno.

Recuperar el trono de la familia. Esa era su prioridad.

Máxime cuando supo de la muerte de sus dos hermanos mayores... 
... que resbalaron accidentalmente y se ahogaron dentro de un Zenote sagrado.

La mano de Hernán Cortés seguía siendo tan alargada como cruel.
Mientras se planeaba su retorno, la princesa Xipaguazin tuvo un hijo varón:

Joan Pere de Grau-Moctezuma.

Si a ella le pasaba algo, el Imperio Azteca seguiría teniendo un heredero. 
Pero llegó el duro invierno.

El viento, el cruel Torb, se cebó en Xipaguazin.

Su cuerpo habituado al clima cálido y húmedo del Yucatán, no aguantó las inclimencias de la montaña.
Murió el 10 de Enero de 1537.

La nieve cubrió su tumba, y con ella se llevó toda posibilidad de restitución de la corona imperial azteca.

... o quizás no. 
Parte III: A relaxing cup of café con leche en la Plaza Mayor

La historia era demasiado buena como para dejarla correr.

Un libro secreto.

El LIBRO VERDE del Consejo de Estado.

Con todos sus secretos. De los últimos 500 años. 
Tenía que saber más.
De hecho, quería saberlo todo.

Habían pasado meses de la borrachera con el abogadito repeinado.

Había tenido dos opciones... 
Investigar lentamente, poco a poco, recabar detalles durante meses, juntar las piezas del puzzle, poco a poco, y blablabla.

O la caza mayor.

Obviamente, Jack optó por la caza mayor. 
Ella era la Presidenta del Consejo.
Una mujer mayor. Soltera.
Fuerte y decidida. Soltera.
Ex-alto cargo de varios gobiernos. Soltera.
Ahora movía los hilos en la sombra. Soltera. 
Jack era un seductor extraño. Unico. Prodigioso.

Los había que tiraban de físico portentoso. El estilo de seducción latino.
Los había que tiraban de labia. El estilo italiano.
Los había que trataban mal a las mujeres. El estilo francés.

El no. 
Su estilo de seducción era diferente. Jack sabía escuchar y hacía unos regalos excepcionales.
Nada caro. Nada extravagante. Pero acertaba siempre.

Tenía detalles que podían ablandar a una madre superiora.

Y Ella, cayó en su red. 
Le llevó tiempo. Planificación. Estudio.
Horas de pensar en la psicología del personaje.

Un desafío en toda regla.

Pero lo había conseguido. 
Era un Domingo precioso.
El Sol brillaba alto, pero sin agobiar.
La Plaza Mayor estaba tranquila para la hora que era.

Aunque Ella se había camuflado para pasar inadvertida, se la notaba a gusto, tranquila, relajada.
- "Ay Jack, la locura del Amor"

Ella abrió el bolso de Hermès, un Birkin que Jack le había regalado hacía poco.

Extrajo un sobre y lo dejó sobre la mesa.
Ella se levantó y se fue.
Seguida de lejos por sus guardaespaldas.

Jack tomó el sobre y miró furtivamente en su interior.

Por fín.

Lo tenía.

Un duplicado facsímil del LIBRO VERDE.
Parte IV: Frío

Jack tenía un frío de un par de pelotas. Se había hecho enviar un par de trajes de franela gruesa, y una chaqueta Barbour de las pesadas.

Pero aún y así, no se quitaba el frío del cuerpo. 
Se hospedaba en La Torre del Remei, donde el gran chef @CarlesGaig le intentaba quitar el frío a base de poulardas y guisos de montaña.
Cada mañana, Jack tomaba su viejo Land Rover y se acercaba a Toloriu, a hablar con el párroco. 33 minutos de reloj.

Por las tardes, estudiaba el Libro.

Tanto el Libro como el párroco guardaban un secreto que él quería desentrañar. 
Se le acababa el tiempo.
Jack sabía que vendrían a por él.

Sólo hacía dos días que había recibido la noticia. 
LA PRESIDENTA DEL CONSEJO DE ESTADO
FALLECE EN UN ACCIDENTE DOMESTICO.

Aparentemente falleció ahogada al resbalar y caer en la piscina de su casa. Se habría desmayado al golpearse la cabeza en la caída. 
Eso había espantado a Jack.

Pero lo que le heló la sangre de verdad fue un chivatazo de un amigo inspector de la Policía Nacional, encargado de la investigación.

Una fotografía de la escena del accidente. 
Ella, flotando inerte en la piscina.

Junto a Ella, flotando también en el agua, un bolso de Hermès.

Un claro mensaje.

Lo sabemos todo.

Venimos a por tí. 
Pero el Párroco no quería hablar.

No accedía a las preguntas de Jack.

Inasequible. Imposible sonsacarle ningún detalle.

Tan rocoso como la parroquia de Toloriu.

Tan pétreo como aquella lápida... 
EL CAPÍTULO DE CABALLEROS DE LA ORDEN DE LA
CORONA AZTECA DE FRANCIA,
A LA MEMORIA DE
S.A.R. LA PRINCESA XIPAGUAZIN MOCTEZUMA
ESPOSA DEL NOBLE JUAN DE GRAU
BARON DE TOLORIU
MUERTA EN 1537
Pero en aquella lápida había un detalle:

Había sido encargada en 1965 por un tal Caballero L. Vilar Pradal de Mir...
-"For God's sake. Who the fuck is that guy?" mascullaba Jack.

Pero el Párroco no hablaba. 
Parte V: El heredero

Don Guillem Grau Rifé se cansa de esperar y toma una decisión que su familia lleva ansiando 500 años.

Reclamar lo que es suyo. El trono de México.

Estamos en 1960. En Barcelona.
Guillem Grau se presenta en público como el príncipe Guillermo III de Grau-Moctezuma, descendiente del Barón de Toloriu y de la Princesa Xipaguazin.

Comienza a explicar su historia. En España. En Francia.
Comienza a tejer una extensa red de alianzas.
Contacta con ricos industriales. Con políticos.
A todos explica su legítima reclamación.
Ofrece favores a cambio de ayuda. Hace promesas a cambio de soporte político. Ofrece títulos nobiliarios (ojo, este detalle es importante!), a cambio de fidelidad a la causa.

Pero no pide dinero.

¿Extraño, no?
No parece necesitar de fondos para sufragar su campaña. Eso es lo que más sorprende a conocidos y extraños.

El príncipe Guillermo Grau-Moctezuma dispone de recursos suficientes para sufragar su costosa campaña política.
En parte por este motivo, tanto el Dictador Franco como el Gobierno mexicano se espantan cuando el Príncipe anuncia sus intenciones:

RECLAMAR EL TRONO IMPERIAL AZTECA EN LA REUNION ANUAL DE LA ONU.
El Dictador convoca al Consejo de Estado.

Comienza la operación Silencio.
Parte VI: El Silencio eterno

Jack ya había conectado las piezas del puzzle.

Sabía que el misterioso Caballero L. Vilar Pradal de Mir era en realidad el Príncipe Guillermo Grau-Moctezuma, que había encargado la placa tras caer en desgracia. 
El Consejo de Estado había sido muy hábil.

Jack lo había leído en una de las últimas páginas del LIBRO VERDE.

El detalle de la Operación Silencio.

Una campaña de desinformación (de fake news!) y presiones, sin precedente para la época. 
Uno a uno, el Consejo de Estado había conseguido coaccionar a todos los colaboradores del príncipe para que dijeran que era un estafador.

Que les había cobrado por emitir sus títulos nobiliarios.

Que si 100.000 pesetas por un condado, que si un millón por un ducado. 
Como no podía ser de otra manera, aquello acabó en detención y condena leve. Aunque con una advertencia grave: O lo dejas estar, o lo pagarás caro.
Pero Jack encontró un detalle muy revelador.

Un detalle que demostraba la conexión del Consejo de Estado con la campaña de desprestigio. 
Uno de los mayores atacantes de la causa del príncipe Guillermo fue un joven político franquista, entonces en la treintena, pero que prometía mucho:

Rodolfo Martín Villa
Publicó diversos informes y estudios que desmentían la veracidad del asunto.

No sólo de que el Príncipe Guillermo fuera efectivamente descendiente de la corona imperial azteca. No. 
También negaba que hubiese habido ningún militar llamado Joan de Grau, que acompañase en su momento a Hernán Cortés, e incluso negaba la existencia de la Princesa Xipaguazin. 
En resumen, el joven político franquista Rodolfo Martín Villa fue el principal artífice de la campaña de desprestigio del príncipe Guillermo, que vió esfumarse toda posibilidad de presentar su historia ante la ONU.
¿Qué había descubierto Jack?

Que Rodolfo Martín Villa ingresó como miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas en 2013.

¿Por qué importa esto?
Por que la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas tiene una particularidad.

Tiene una silla permanente en una institución.

¿Adivináis cuál?
La Real Academia de Ciencias Morales y Políticas es Consejero Nato (es decir, permanente) del Consejo de Estado.

Finalmente Don Rodolfo había visto recompensados sus méritos.
Parte VII: VERDE

Entendido. Jack había desentrañado ese misterio.

Una conspiración para ocultar un derecho legítimo al trono azteca. Una campaña de difamación para acabar con el Príncipe Guillermo III Grau-Moctezuma.

Cojonudo. Ya tenía su Pulitzer asegurado. 
Pero no era eso lo que le había atraído de la historia. No.

Por que había historias mucho más interesantes en el LIBRO VERDE.

Como la confirmación de que Cristobal Colón era un noble barcelonés, que luchó contra Fernando el Católico en la guerra civil. 
O la confirmación de que el asesinato del General Prim fue una operación de Estado (del Consejo de Estado).

O la verdadera historia del 23F (por cierto, fijáos en la foto).
Jack incluso había descifrado el porqué del color VERDE del libro.

Correspondían al acrónimo...
Pero no.

Todo eso eran grandes historias. Grandísimas historias.

Pero había algo más. 
Una anotación.

Una breve frase al final de la sección sobre la operación SILENCIO.

Algo que le daba una dimensión única a la historia.

Algo que quería comentar con el párroco de Toloriu. 
Era extraño.

El párroco le había invitado a pasear. A comentar el tema haciendo una breve excursión.

Un paseo. Pero no en Toloriu. 
Habían quedado en un pueblo a medio camino. Sanavastre. En medio del Valle de la Cerdaña. Uno de los mayores valles del Pirineo.

Los campos estaban verdes. Repletos de agua.
Se encontraron en la hermita de Sanavastre.

Una pequeña iglesia de piedra. Tosca y sencilla.
Mientras paseaban, Jack le explicó al párroco sus averiguaciones.

Todo lo que había descubierto.

Que la familia imperial azteca había resistido oculta en el Pirineo catalán durante 500 años, hasta los años 60's. 
Que una conspiración del Consejo de Estado había acabado con el intento del legítimo heredero de reclamar su corona.

Que había estado a punto de llevar su causa ante la ONU, pero que Rodolfo Martín Villa lo había impedido con su cruel campaña de desprestigio. 
Pero que había algo más.

Una anotación.

Muy reveladora.

Jack sacó el libro del bolsillo de su chaqueta y lo abrió por la página que tenía marcada.
Se pararon ante una laguna.

Una laguna extraña. Perfectamente redonda, cercana al pueblo. Similar a un zenote.

De aguas tan oscuras como profundas.
Jack comenzó a leer el texto.

NO HA SIDO POSIBLE ENCONTRAR
EL INGENTE TESORO DE LA
PRINCESA XIPAGUAZIN
NI AL HEREDERO GUILLERMO IV.
LA RESISTENCIA DE LOS TXALCOTLES HA SIDO ATROZ

Firmado R. Martín-Villa 
Jack acabó de leer el texto.

El párroco se había situado detrás suyo.

Todo sucedió muy rápido. 
Al darse la vuelta, Jack pudo ver como el párroco se había retirado al alzacuello y abierto la camisa, mostrando unos horribles tatuajes primitivos. 
El párroco susurraba unas palabras en un idioma desconocido. Repitió varias veces las palabras Txalclotles y Xipaguazin.

Alzó el brazo y lo descargó con toda su fuerza en la cabeza de Jack. 
Mientras resbalaba por la pendiente, Jack pudo ver como el párroco elevaba una pregaria al Sol y se iba.

Jack se desmayó y desapareció en las profundidades de la laguna. 
--- Fin ---

Todo en esta historia es ficción.
Aunque hace tiempo que no veo a mi amigo Jack Wills.