Katharina

 Lo que os explicaré ahora tiene para mí un significado especial. Una mezcla de tristeza y dolor, muy profundos, muy antiguos.

Es una pequeña historia familiar. De esas historias que se quedan contigo y te acompañan toda la vida.
Si me acompañas, te la explico...Image
Todo empezo un fin de semana de hace bastantes años. Yo era un crío.
Una de esas tardes de Otoño en casa de mis abuelos ingleses.
Lluvia y frío.
Me aburría como sólo se aburren los niños. 
Para pasar el rato, subí al desván.
Un cuartucho oscuro y polvoriento, al que no subía nadie, y menos la señora de la limpieza.
Sin embargo, para mí era una inmensa aventura, una cueva repleta de tesoros. 
Viejos cuadros. Oscuros mapas. Cajas repletas de papeles. Libros y más libros.

Imaginaos qué placer, revolver en todo aquello.

Hasta aquel día. En que encontré la caja.

Una caja preciosa, con detalles de nácar que asemejaban una cigüeña. 
- "Abuelito, mira qué he encontrado. ¿qué es esto?"

Aquella fue la única vez que ví a mi abuelo nervioso, tenso, como si la temperatura hubiera bajado 20 grados de golpe.

Los ojos de mi abuelo turbios, con una mirada muy lejana, que rompía el espacio y el tiempo. 
Inmediatamente supe que había cometido un error.

Mi abuela tomó la caja y la hizo desaparecer. Nunca volvimos a hablar del tema. 
Como os decía, esta es una historia que me ha acompañado durante toda la vida.

Una historia que aparece y desaparece.

Mis abuelos fallecieron hace ya unos años... 
... y nos tocó a los nietos ocuparnos de vaciar su casa.

Muebles.
Ropa.

Mi prima me llamó un día:
"Hemos encontrado algo. Es para tí. Tiene una nota del abuelo" 
Supe con total seguridad que se trataba de aquella caja, la de la cigüeña de nácar.

Supe además que lo que habría dentro sería algo que me impactaría profundamente. 
Mi prima me la trajo al día siguiente:

Seguía igual. La misma madera, oscura pero con antiguos restos de barniz. La figurita del ave, descolorida pero todavía brillante.

Y la nota de mi abuelo, que empezaba así...

HICE LO CORRECTO.

El resto de la nota: Esta historia... 
"Era la mañana del 11 de Noviembre... año 1918.

Todos sabíamos que Alemania ya se había rendido, y que Inglaterra había firmado el armisticio. La Paz. La guerra se había terminado...Image
Pero como oficial del II Regimiento de fusileros de la Reina, cumplía órdenes, me gustaran o no.

El armisticio empezaba a las 11h de la mañana.

Todavía quedaban 3 horas. 
- "Una última carga, muchachos"

Esas eran las órdenes. Alguien había decidido que la guerra se terminaría luchando, no sentados en el fondo de aquella trinchera maloliente, repleta de barro y ratas. 
Como oficial, cumplía órdenes, me gustaran o no.

- "Venga muchachos, una última carga"

Recuerdo sus caras. Algunas familiares. Otras desconocidas. Todas, vacías de esperanza. 
Sonaron un par de cornetas. Un silbato prolongado.

"Ready to take arms"

Mis hombres se prepararon a salir, por última vez, como tantas otras veces.

"Go!" 
Era un automatismo. Una desconexión.
Ponerse a correr. Siempre hacia delante. Salvando obstáculos. A veces una piedra, a veces un charco, las más, una cabeza o un miembro suelto de algún compañero despezado por un obús alemán. 
"Run, boys, run!"
Gritaba yo, mientras asía mi revólver e iba tronando a través de mi silbato.

A mi alrededor, cenetanres de muchachos corriendo adelante, sinsentido, en el último día de guerra. La última hora. 
Recuerdo poco de la explosión.
Recuerdo volar, propulsado por los aires.
Una extraña sensación de ingravidez, liviana, cálida.

La caída fue dura.
En el fondo de un cráter.
El golpe amortiguado por la acumulación de agua, sangre o lo que fuera. 
Recuerdo su mirada.
Un muchacho alemán al que el uniforme le venía grande.
Ese es el recuerdo: Su cara de miedo y que el uniforme le venía grande. 
Nos miramos. Un breve instante.
Ninguno sabía qué hacer.
Yo estaba todavía aturdido por el golpe.

El me miraba. Con miedo. Parecía que fuera la primera vez que veía a un soldado británico. 
Sacó la bayoneta de su cinturón.
Yo le miré:
"No. No es necesario", intenté decirle.

El se levantó. Se acercó a mí.

Yo le apunté con el revólver. No quería matarle. 
El muchacho alemán se sacó algo del bolsillo.
Hizo el ademán de dármelo. Unos papeles.

Una carta. Una foto.

"Bitte, mach es für mich", me dijo.
Mi alemán rudimentario no daba para mucho.

Pero el muchacho me pedía un favor... 
"Kill my girlfriend"

Yo no entendía nada. Una explosión me había lanzado al fondo de un cráter, en el último día de la Guerra. Un muchacho, un soldado alemán me estaba implorando que matara a su novia. 
Volví a mirarle, a aquel muchacho trastornado por la guerra.
Pero era demasiado tarde.
En un descuido me cogió el revólver y se voló los sesos. 
El sonido del silbato llegó desde lo lejos.

"The war is over"
"Muchachos, volvemos a casa" 
Pasaron días antes de que pudiera leer la carta que me había dado el muchacho alemán, mirar la foto.

"Fritz.
La guerra llega a su fín y la sóla perspectiva de volverte a ver me repugna. Nunca me quisiste. Siempre me trataste mal. No te quiero. Olvídame.
Adios.

Katharina"Image
"Mátala"

El eco de aquellas palabras era más doloroso que las heridas de la guerra. Un recuerdo constante de que había algo que me impedía cerrar aquel capítulo dramático de mi vida. 
"Mátala"

Los ojos de aquel muchacho me seguían mirando desde el fondo del cráter.

"Mátala, mátala, mátala".

Me impedía dormir. Me impedía pensar.

Era insoportable. 
La foto tenía una dirección.

Nordmannstrasse. Hannover.

No podía dormir. No dejaba de pensar en ello.

"Mátala, mátala, mátala". 
La nota de mi abuelo acababa con las mismas palabras...

HICE LO CORRECTO. 
Estaba absorto, leyendo la carta de mi abuelo, mirando aquella caja de madera.

Sin querer, me cayó una lágrima en la caja.

Mojada, la madera cobró un color más intenso, más profundo, francamente precioso. 
MI prima me pregunto:

- "¿Estás bien? ¿Quieres algo?"

Yo me la miré. Aquel cabello moreno oscuro. Aquellos ojos azulísimos.

Y le sonreí.

Todo cobraba sentido. 
- "¿Estás bien?", me volvió a preguntar mi prima.

- "Sí Katharina, estoy bien"

Katharina. Al igual que mi hija, que también tenía aquellos ojos azulísimos, y que también se llamaba Katharina, en honor a nuestra abuela alemana.

Katharina.

Nuestro abuelo hizo lo correcto. 
Katharina.Image
Hasta aquí el hilo de hoy. Gracias por leerme.