3 buenos muchachos

3 BUENOS MUCHACHOS

Parte I: 13 de Marzo

Toni, Berto y Carlos eran inseparables.
Amigos desde párvulos.
Buenos muchachos, de esos que dá gusto ver.
Todo lo hacían juntos.

Berto y Carlos lloraban amargamente mientras bajaban el ataúd de Toni.

Nadie podía entenderlo.

Que un muchacho tan joven, tan alegre, que lo tenía todo...
Que un muchacho así se hubiera suicidado.

Allí, en las malditas curvas del Garraf, en el mismo sitio donde se tiró el político corrupto aquel. 
Habían encontrado su cuerpo dos días antes.

Roto por las rocas. Arropado por el Mar.

Las llaves puestas en el contacto del coche. 
Berto y Carlos miraban a lo más hondo de la fosa, tan oscura que ya no se veía el ataúd.

Las caras de la gente eran un poema.

Los familiares, los del equipo de fútbol, todo el mundo lloraba. 


Lo de su novia, imposible explicarlo... descompuesta, deshecha, abrazada a la madre de Toni, que tampoco estaba mejor.

Decían que al año siguiente se casaban. 
¿Qué debía pasar por la cabeza de Toni, para tirarse al vacío desde ese acantilado?

¿Cómo explicarlo?

Sin despedirse siquiera... 

Parte II: 24 de Abril


La Policía seguía interrogando a familiares y amigos.

La sospecha de algo extraño crecía por momentos. 
No era nada normal que también Carlos se hubiera suicidado.

También allí, en las curvas del Garraf.

Sin mayor motivo... 
Salió tarde de su trabajo.

Condujo hasta allí.

Dejó el coche en la misma curva, en la parte más escarpada del acantilado, y se tiró.

Sin explicación, sin despedida. 
Roto contra las rocas.

Abrazado por el Mar.

Una muerte horrible. 
Nadie entendía nada.

Dos de tres.

Tres buenos muchachos.

Todo el mundo les conocía. 
La Policía sabía algo, o al menos lo intuía.

Sabía que no podía ser.

Que algo pasaba. 
Tenía que haber una explicación para esos dos suicidios.

Por eso investigaban, por eso preguntaban.

Sin descartar ninguna hipótesis. 

Parte III: 7 de Julio


Berto intentaba soltarse de la cuerdas, pero estaban demasiado apretadas.

Tampoco podía gritar, con la mordaza medio metida en la boca. 
No sabía si era por la escasa iluminación del lugar o porque todavía no se había despertado del somnífero.

Sí, debía ser un somnífero lo que le habían metido en la bebida. 
Ahora lo entendía todo.

Alguien quería matarle.

Igual que había matado a sus amigos. 
Intentaba pensar como escapar.

Pero era imposible.

Todavía estaba medio aturdido. 
- Piensa Berto, joder!

Escapar. Pero cómo? 
Tampoco sabía donde estaba.

Aquello parecía un almacén, pero tampoco estaba seguro. 
Pasos en la oscuridad.

Cada vez más cerca.

Pasos como anuncios de muerte. 
Se enciende la luz.

Con los ojos acostumbrados a la oscuridad, Berto queda deslumbrado. 
Le cuesta distinguir la silueta de quien está delante.

Pequeña pero firme.

Frágil pero determinada. 
Unos segundos más tarde, todo está ya claro.

Y sabe que va a morir, que nada de lo que diga podrá salvarle. 
Y Berto decide quitarse la careta.

Dejar de lado al Berto alegre, al Berto deportista, al Berto buen muchacho, al que todos adoran, y decide ser el Berto de verdad.

Y no callar. 
El Berto de verdad gritó:

- “Tu hija gimió como una puta. Le gustó lo que le hicimos” 
Clara sacó la navaja de afeitar y decidió que no valía la pena volver a las curvas del Garraf y correr el riesgo de que la pillaran. 

Parte IV: 1 año antes


Cuando Clara llegó al Hospital, la Policía ya la esperaba fuera.

Habían tenido la delicadeza de darle el caso a la inspectora Campdelacreu, que tenía experiencia en este tipo de casos. 
La inspectora la acompañó hasta la UCI, donde médicos y enfermeras intentaban salvar la vida de su hija.

No sería fácil, vista la carnicería. 
Según la inspectora Campdelacreu, violaciones las había de dos tipos: Con mucha intimidación o con muchísima.

Esta creaba una nueva categoría. 
Imposible describirla.

No había informe forense que fuera capaz de reflejar aquella atrocidad.

Ni siquiera las fotos podrían ser fidedignas. 
La inspectora estuvo con Clara cuando por fín pudo ver a su hija.

Madre e hija se miraron.

Se cogieron la mano.

No dijeron nada. 
Ella recostada.

Clara, la madre, sentada a su lado.

Un buen rato.

La inspectora asistía en silencio, apesumbrada por el momento. 
Cuando la hija estuvo preparada, asió con fuerza la mano de su madre.

Esta acercó el oído a la boca de su hija, que murmuró palabras inaudibles para la inspectora.

Murmullos, casi exhalaciones.

Pocos segundos. 
Clara volvió a sentarse.

No se separó de su hija hasta que esta falleció tres días después.

Heridas demasiado brutales para su cuerpo de niña.

Tenía 13 años. 
Parte V y final

La mañana del 9 de Julio cambiaría la vida de mucha gente.

Para siempre. 
Berto llevaba desaparecido 2 días.

La Policía llevaba 48 horas ininterrumpidas vigilando las curvas del Garraf.
No podían hacer otra cosa. No tenían pista alguna. 
Las familias, los amigos, todos esperaban lo peor.

Pero Berto no aparecía. 
Aquella mañana cambiaría la vida de mucha gente.

Todos recibieron una cajita.

Traída por un mensajero de esos de mochila verde y bicicleta. 
_ ¿De parte de quién?, preguntaban todos extrañados.

Pero ganar 2€ por reparto no invitaba a entretenerse a dar demasiadas explicaciones.

- ¿Tú querer caja o no, amigo? 
Algunos la abrieron en el mismo portal. Otros con su pareja o hijos.

Un momento que todos recordarían durante el resto de sus vidas. 
Dentro, un trozo sanguinolento de carne y un mechón de pelo.

Pelo largo, con un lazo rosa, de esos que llevan las niñas.

Y una nota...

... que decía...

“Tú lo sabías” 
—— FIN ——-