Compartía habitación con alguien que sería muy importante en su vida, su primo David Lacks, 5 años mayor.
Como os podéis imaginar, con el tiempo se hicieron mayores y la habitación cada vez más pequeña... no sé si me seguís...
Como os podéis imaginar, con el tiempo se hicieron mayores y la habitación cada vez más pequeña... no sé si me seguís...
Mucho trabajo y mucho ahorro resultaron en la compra de su propia casa, en uno de los barrios afro-americano más antiguos de EEUU, y en 3 hijos más, David, Deborah y Joseph.
Tened en cuenta que en aquella época, los estándares deontológicos médicos eran otros, y que la regulación estaba en pañales.
Probablemente la praxis era “hacer primero, disculparse después”.
Probablemente la praxis era “hacer primero, disculparse después”.
Hasta entonces todos los esfuerzos habían acabado en fracaso. Las células morían al poco de extraerlas, y no daba tiempo a reproducirlas.
Como esta historia va de Henrietta, no voy a detenerme en los logros científicos del Dr Grey, pero que sepáis que esas células, ya bautizadas como el cultivo HeLa en su honor, se multiplicaron exponencialmente y fueron cedidas para todo tipo de investigaciones...
La probabilidad de que tú le debes la vida, de una u otra forma, es más que elevada.
Tan resistentes, y casi invasivas, son las células HeLa, que en la década de los 70 contaminaron otros cultivos celulares.
La comunidad científica tuvo entonces un problema: ¿Cómo distinguir unas células de otras?
La comunidad científica tuvo entonces un problema: ¿Cómo distinguir unas células de otras?
La solución fue sencilla: Tomando muestras de sus hijos para compararlas, pero claro, había un pequeño problema... los Lacks no sabían nada.
Así es como en 1975 sus descedientes se enteraron de las investigaciones del Dr Gey y las células extraídas a Henrietta. Esto inició una discusión sin precedentes sobre los derechos de los pacientes y su consentimiento en pruebas clínicas.
Quizás el mejor homenaje es el que le dedicó su familia, con una sentida lápida que dice...