Un anuncio en The Guardian

Supongo que a estas alturas ya saben de mi admiración por el periódico inglés The Guardian, que esta semana celebra 200 años.

Lo admiro por muchas cosas, pero una de ellas es que pocos pueden decir que su sección de anuncios clasificados salvó de los nazis a muchos niños judíos.

Dentro hilo...

Aviso, esta es una buena historia, pero es una historia agridulce. Recomiendo tener pañuelitos a mano por si acaso.

Como toda buena historia, hay que explicarla desde el principio... 
Esta historia empieza con un anuncio clasificado en el periódico The Guardian:

"Busco persona amable que eduque a mi inteligente hijo, de 11 años, vienés y buena familia. Familia Borger. Hintzerstrasse 5/12. Vienna 3er distrito"

Es el 3 de Agosto de 1938.

Retrocedamos un poco...

Os presento a la familia Borger. Una familia feliz de la Viena de los años 30.
El padre, Leo.
La madre, Erna.
Como ya habréis adivinado, el del medio es el niño inteligente de 11 años del anuncio, Robert.
Los Borger eran una próspera familia judía, propietarios de una tienda de radios e instrumentos musicales de Viena... esta tienda.
Pero claro, los tiempos habían cambiado.

Los nazis se habían anexionado Austria tan sólo 5 meses antes. El Anschluss.

Las leyes raciales de Nuremberg establecían en esencia una sociedad racista, donde se señalaba claramente a los judíos como un problema a aislar primero, y a solucionar después.

Patrullas de Sturmabteilung, los camisas pardas de los SA, se encargaban de imponer un régimen de terror sobre los judíos vieneses.

Palizas, humillaciones y vejaciones continuas.
Ante esta situación, fueron muchos los judíos que decidieron que aquello era insoportable y que había que partir.

Estamos hablando del 38, los meses previos al estallido de la Guerra, en que el conflicto estaba en ciernes pero las fronteras todavía abiertas. 
Pero claro, las leyes migratorias eran ya estrictas: Sólo podía partir quien tuviera un trabajo (adultos) o una familia de acogida (niños).

Y aquí entra en escena The Guardian, por aquel entonces, The Manchester Guardian.
La ciudad de Manchester era (y es) una ciudad industrial con una nutrida población judía. El lugar perfecto para encontrar familias de acogida para los hijos de las familias judías de Viena.

Una desesperada petición de ayuda.
Pero en 1938 no había ni eMails, ni Twitter, ni teléfonos, así que...

¿Cómo pedir ayuda?
¿Cómo hacer llegar las peticiones de auxilio?

¿la respuesta? La sección de anuncios clasificados.
Decenas de familias judías usaron esta vía para buscar una forma de alejar a sus hijos de la garra nazi.

3 líneas para pedir ayuda, describiendo a tu hijo.

Imagináos. Despedirte de un hijo, al que no sabes si volverás a ver.

Volvemos con Robert... 
Después de cruzar toda Europa en tren, Robert fue acogido por una pareja de maestros galeses: Nancy y Reg Bingley.

Robert tuvo suerte, al ser acogido por una familia buena, que se encargó de darle educación y cariño.
Otros no tuvieron tanta. 
Pero la labor de los Bingley no acabó ahí, sino que se ocuparon de encontrar un trabajo a sus padres, ella de doncella en una casa en Londres, y para el padre, en una fábrica textil en el Norte de Inglaterra.

Tuvieron suerte en parte... 
... ya que se salvaron, sí, pero no pudieron volver a juntar a la familia: Las leyes de inmigración indicaban que Robert era un niño de acogida, y debía permanecer así, mientras que los padres tenían también limitada la movilidad. 
Poned este drama en contexto: El Reino Unido estaba acogiendo a decenas de miles de niños provinentes de toda Europa, y soportando en solitario el esfuerzo de la Guerra contra Hitler (parece que en Bruselas se han olvidado demasiado rápido de este detalle)
Como os decía, los Bingley trataron a Robert con mucho cariño, hasta el punto de no hacer té, puesto que el sonido de la tetera al hervir se asemejaba al sonido de los silbatos de las patrullas de SA. 
Los Bingley ofrecieron a Robert una buena educación, y con el tiempo llegó a ser un psicólogo de cierto prestigio.

Pero al igual que otros niños refugiados, el peso de lo vivido fue una carga demasiado pesada durante toda su vida. 
Robert se suicidó en 1983, a los 56 años.

Su hijo, Julian Borger, fue el encargado de decírselo a los padres adoptivos.

Ambos lloraron la pérdida de quien llegaron a considerar como a su propio hijo. 
Tras un largo silencio, y secarse las lágrimas, la madre adoptiva de Robert le dijo a su nieto:


- "Tu padre ha sido la última víctima de Adolf Hitler"



---- FIN ---- 


Ay!

Me olvidaba.

Hay un pequeño detalle que no os he contado.

¿Recordáis el hijo de Robert? sí.

Julian Borger.

Exacto. 
Pues bien.

Se dedica al periodismo. Con éxito.

Periodista especializado en asuntos internacionales, cubriendo Europa del Este o Medio Oriente, o la guerra de los Balcanes. También corresponsal en EEUU.

Os pongo su foto.
Todo ello para un periódico.

¿Adivináis cuál?

Efectivamente.

The Guardian.
Se cierra el círculo.

Cómete esta Adolf, hijodelagranputa.



---- FIN 2 ---- 


Ay Dios mío, como estoy hoy.

Me olvidaba.

He leído esta historia en un artículo que el propio @julianborger ha escrito con motivo del 200º aniversario del periódico donde trabaja.

Explica como uno de los archivistas le encontró el anuncio original.

Una historia tan fantástica como conmovedora.

Como siempre, gracias por leerme. 
Post-data:

Me llena de orgullo y satisfacción...

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