Ich bin ein Berliner

Hay momentos en que un Presidente ha de dar esperanza. Momentos en que sus palabras pueden elevarse hacia el cielo, venciendo a las calamidades y haciendo soportable la adversidad.

Kennedy lo sabe, por eso se toma unos instantes antes de empezar a hablar...

Es el 26 de Junio de 1962, y 120.000 personas se agolpan en la esplanada frente al Rathaus Schöneberg de Berlín.

Al lado de Kennedy, Konrad Adenauer, el canciller alemán.

Antes de continuar, dejadme que retroceda unos años.

Ya sabéis que las buenas historias hay que explicarlas desde el principio...

A inicios de 1945 ya estaba claro que el régimen de Adolf Hitler estaba acabado, que su derrota final tan sólo era cuestión de tiempo.

Aliados al Oeste y rusos al Este presionaban para acabar con los últimos reductos de resistencia nazi.

¿Con el único objetivo de derrotar a Hitler?
No.

Los últimos meses de la 2ª Guerra Mundial fueron un anticipo de la Guerra fría, una auténtica carrera por llegar el primero a Berlín y asegurarse la hegemonía sobre el máximo de territorio europeo.

 

A resultas de esto, tras la guerra Alemania quedó de facto dividida en 2 mitades, con su capital, Berlín, fragmentada en 4 sectores: 3 controlados por las potencias aliadas (EEUU, Francia y Reino Unido), y otro por Rusia.

 

Durante la década de los 50 esta división en dos de Alemania se fue haciendo cada vez más férrea, hasta el punto de impedir el tránsito de personas...

Excepto en un punto: Berlín, donde todavía era posible pasar de un lado a otro con relativa facilidad.

Centenares de miles de alemanes cruzaron la frontera por Berlín, escapando del régimen comunista.

Esta pérdida masiva de trabajadores amenazó con llevar al colapso la economía de la RDA, con lo que en 1961 sucedió algo que cambiaría la historia de la ciudad para siempre.

El gobierno de Alemania del Este comenzó a levantar una barrera de alambre de espinos, que separaba la ciudad en dos.

Vista su ineficacia, al poco substituyó alambradas por cemento. Nacía el infame Muro de Berlín.

 

Todo esto le pilla a John Fitzgerald Kennedy recién llegado a la Casa Blanca.

Estamos en uno de los momentos más duros de la Guerra Fría.

Si eres un millenial, seguramente no sabes de qué te hablo. Tú no creciste con miedo a que americanos o rusos usaran su arsenal nuclear sobre ese tablero de ajedrez llamado Europa.

Los meses pasaban, y la opinión pública europea y americana asistían impotentes al avance soviético en Europa. Berlín era tan sólo una pieza más del tablero europeo, pero una pieza importante, con un gran significado simbólico.

JFK tenía que hacer algo.
Algo que devolviera la esperanza a los berlineses, pero que también restaurara la posición americana en Europa.
¿Qué hizo?

Subirse a un avión y viajar hasta Berlín. Allí pudo contemplar de primera mano los efectos funestos de la división de la ciudad, escuchar los dramas personales de familias separadas por cemento y hormigón.

 

Volvemos al 26 de Junio de 1963.

Los asesores de JFK le han escrito varios discursos. Ninguno acaba de convencer al Presidente, que sabe que necesita algo más, que el momento requiere un mensaje fuera de lo ordinario.

Sube por una escalerilla a la plataforma. A medio camino se para. Se gira y le pregunta a su traductor:
-“¿Cómo se dice esto en alemán?”
Le entrega un papel.

Su traductor lo lee y le mira con admiración.

120.000 personas esperan el mensaje de Kennedy. En la plaza no cabe ni un alfiler.
Kennedy habla...

“Two thousand years ago, the proudest boast was civis romanus sum ["I am a Roman citizen"]. Today, in the world of freedom, the proudest boast is "Ich bin ein Berliner!"”

O lo que es lo mismo...

“Hace dos mil años el alarde más orgulloso era “civis romanus sum” (yo soy un ciudadano romano). Hoy, en el mundo de la libertad, el alarde más orgulloso es “Ich bin ein Berliner” (Soy un ciudadano de Berlín)”

Los berlineses estallan en aplausos. El mundo no lo sabe, pero ese día se abre una pequeña grieta en el Muro de Berlín, la grieta de la esperanza.

No acaba aquí el discurso...

“Los hay que dicen que el comunismo es la era del futuro. Que vengan a Berlín. Los hay que dicen que sí, que el comunismo no es bueno, pero que nos proporciona progreso económico. Lasst sie nach Berlin kommen— Dejad que vengan a Berlín!”

Continúa...
“Es cierto. La democracia tiene problemas, no es perfecta, pero nunca hemos tenido que construir un muro para enjaular dentro a los nuestros”

Cuando acaba, muchas cosas han cambiado. La Guerra Fría tiene un nuevo equilibrio, sí. El Presidente ruso Krushchev sabe que tiene un adversario determinado enfrente. Pero miles de alemanes saben también que no están solos.

 

¿Por qué os explico hoy esto?

Muy sencillo...

Por que esto es lo que se supone que deben hacer los líderes frente a la adversidad. Ya seas un padre/ madre de familia, un directivo de empresa, o un Presidente de EEUU.

Dar esperanza. Dar sentido a las cosas.

Pero no todo el mundo lo entiende así...

Estos últimos días hemos asistido atónitos a los sucesos a raiz del asesinato de George Floyd en EEUU. Lo peor de América ha vuelto a salir a la superficie: Racismo e impunidad policial.

En este contexto, un Presidente debería haber llamado a la calma y haber proporcionado esperanza. Haber hablado al país llamando a superar sus problemas, no profundizando en ellos.

¿Qué ha hecho el trozo de mierda que es Donald Trump?

Tratar a los que protestan como terroristas y fomentar la desunión. Propugnar “Ley y Orden” cuando el momento pide “Justicia y Unidad”.

Un auténtico imbécil.

 

Hasta el punto que se ha visto obligado a levantar un muro de alambre frente a la Casa Blanca para protegerse de los que se manifiestan.

No sé si veis la paradoja.

Un muro frente a la Casa Blanca.

Me pregunto si JFK, ante estas circunstancias, hubiera salido por la tele y habría dicho solemne:

“Today, in the world of freedom, the proudest boast is "I am a black american!"

Por si tenéis curiosidad, os dejo el video del discurso original de JFK. Las comparaciones son odiosas...

 https://youtu.be/0GKd50lrROc?t=51 

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Como siempre, gracias por leerme.